Los buenos vinos mejoraran con el paso del tiempo y su capacidad de guarda se extiende durante largos periodos, pero esto ocurre sólo mientras la botella está bien cerrada y almacenada en unas condiciones óptimas. Al abrir una botella, todo cambia.
Al abrir una botella de vino entra en contacto con el oxígeno y se empiezan a disipar los componentes volátiles que contiene. De hecho, lo primero que hacemos tras abrir una botella de vino es servir un poco en una copa y moverlo, para acelerar este proceso y facilitar la liberación de las aromas.
Este es el procedimiento correcto y adecuado para que el vino “despierte”.
Pero este es un proceso que no tiene vuelta atrás. La oxigenación del vino irá deteriorando progresivamente el vino, de la misma manera que los compuestos volátiles irán desapareciendo y lo único que podemos hacer es tomar las medidas necesarias para ralentizar ambos procesos todo lo que podamos, como por ejemplo:
Pero ninguna de estas medidas es definitiva. El vino, una vez abierto, suele durar menos de lo que nos imaginamos: como media unos dos o tres días, un poco más si disponemos de un tapón de vacío.
De una manera muy general podríamos decir que, una vez abierta la botella la durabilidad de los vinos es:
Si el vino ha sido decantado, se debe beber cuanto antes porque ya ha tenido su buena dosis de oxidación. Un vino oxidado es un vino que tiene mal aroma y mal sabor. No necesitas ser un experto para reconocerlo: lo notarás en cuanto lo pruebes.